La diversidad en los gustos
Como todo objeto comercial, las artesanías dependen de los vaivenes del mercado: se venderán más si se tiene acceso a un mercado estable (más visitantes, vías de comercialización expeditas, etc.), y menos si el mercado es fluctuante o débil. El mito de la artesanía como un objeto desligado de las transacciones comerciales no existe. Si ese objeto existe en un contexto de trueque o intercambio local, entonces estamos frente a un objeto utilitario.
Esto es importante pues el mismo mercado puede afectar de tal forma a un objeto artesanal que finalmente deje de ser atractivo y aun “artesanal” (producción en masa y piezas idénticas). China y otros países ya han hecho tal y es muy fácil ser engañados con una figurilla tradicional de piedra volcánica que es, en realidad, un vaciado de cemento o plástico igual a miles de otras figurillas tradicionales vendidas a miles de turistas. El mismo mercado puede provocar que objetos artesanales, que originalmente incluían materiales locales y un trabajo minucioso, deriven en materias primas baratas, foráneas a la localidad de origen, y cuya confección fue despreocupada.
En este caso se prioriza la producción de muchas piezas mediocres por sobre la calidad de pocas. Esto ha llegado a tal grado que hoy en día es muy difícil reconocer el origen de muchas de las artesanías que se venden en Chile, y ya cuando pensábamos que poseíamos una pieza “chilota” descubrimos que la misma se vende en Tarapacá, Colombia o cualquier otro lugar del mundo. De la misma forma, la necesidad de crear objetos artesanales atractivos ha generado la producción de objetos que no tienen ningún vínculo identitario histórico con el lugar de origen, pero que poco a poco comienzan a arraigarse y se transforman en un referente cultural del lugar. Un ejemplo de esto último son los cántaros de greda “tehuelches”. Que se sepa, los tehuelches jamás elaboraron jarros de greda.
La artesanía debe ser quien moldee el gusto estético de los visitantes, y no adaptarse a los gustos preconcebidos de ellos. La forma esencial para romper con este problema yace en cómo los propios artesanos logran volver atractivos sus objetos para los visitantes. Esto además diferencia a los artesanos reales de los simples revendedores. Quien fabricó un cántaro de greda conoce muy bien los materiales requeridos, su origen histórico y otras cosas más que pueden llamar la atención más que el mismo objeto. Ejemplo de ello son los sencillos canastos de junco entrelazado que se comercializan en el sur de Chile pues bajo su simplicidad yacen miles de años de vida litoral y múltiples funciones ancestrales (pesca, recolección, contención, etc.).
Entonces de lo que se trata es de revelar los contenidos culturales que hay detrás de un objeto artesanal más que de ofrecerlo como simple adorno, y evitar la simplificación con fines comerciales frente a la posibilidad de ofrecer un objeto bien elaborado. Esto incluye tender un vínculo real entre las artesanías y el patrimonio cultural local.
El sol es el mejor amigo del hombre, en Chiloé la esperanza renace junto a la brisa del mar y el apacible rostro del cielo.
manos artesanas
Doña Erminia Vargas ya no recuerda cuando aprendió a entrelazar las fibras.
Recogía de a cientos desde el bosque tupido con pies mojados y una lluvia permanente que le enseñó a ser su compañera. No había mucho tiempo para juegos , aunque reconoce que con todas las obligaciones y deberes, debía encontrar la entretención a como diera lugar. Su madre, también tejía la lana y sus dos hermanas debían dedicar a la huerta más tiempo del que quisieran.
Los canastos que se producían diariamente eran ocupados en cuanta función existiera, desde la recolección de los peces hasta el acarreo de verduras y hortalizas.
Sus hijas y nietas continuaron la tradición que le permitió poco a poco aprender nuevas técnicas y agregaron combinación de diversas fibras para obtener canastos más resistentes. Hoy día llevan sus canastos los días domingo a la Feria de Dalcahue, donde son muy apreciados por los turistas.
fibra vegetal
- Las fibras vegetales son afectadas por las inclemencias del tiempo que marcan su aspecto, dejando la huella de los rayos solares y también el rastro de las nubes y la lluvia. En este objeto decorativo asoman los diversos tonos ocre dejados sobre la fibra verde producto de un intenso sol del verano 2008, muy poco frecuente en Chiloé .
Una cultura se convierte en tradición cuando nace desde la esencia de la
convivencia humana, en la creación manual de los artefactos
que permiten relacionarnos con nuestro entorno.
Una experiencia poco grata
Tuve la oportunidad de participar de la invitación al curanto chilote el día sábado recién pasado en cierto lugar de artesanos, en Santiago. Viví en Chiloé hasta hace solo unos meses atrás y recibí la invitación con mucho entusiasmo y nostalgia. Un curanto chilote en Santiago de Chile no es muy común y una buena oportunidad para encontrarme tal vez con algún artesano conocido, como así ocurrió.
Me llamó la atención el bajo costo de la comida, se que no es posible por ese precio comer un plato de curanto a menos que sea subsidiado por el gobierno o una ONG, pero no hice caso de ese detalle. Lo que si me llamó la atención es que con todo el trabajo que lleva el curanto ( porque es un verdadero acontecimiento donde trabajan muchas manos), los artesanos chilotes presentes en la Feria no fueran parte de este evento, más bien no tuvieron nada que ver.
No me refiero a ellos como invitados sino como verdaderos anfitriones de lo que es su verdadero arte culinario. Al llegar al evento me dirigí inmediatamente para ver los preparativos junto al fogón. Mi sorpresa fue que en los preparativos no había ningún personaje chilote presente, pero no solo eso, sino que al preguntar por los milcaos, los chapalele, el costillar ahumado, osea los ingredientes tradicionales del plato, un señor que estaba en pleno calentamiento de ollas y que se presentó como oriundo de la zona norte de Chile, de la localidad de chamisa me respondió: -¡¡ Ccchhh… no querí chuleta Kaiser, también??!.. por ese precio.
Por los escasos ingredientes que se usaron en la preparación, la interpelación del señor y la ausencia de algún espíritu chilote, rápidamente me di cuenta que solo debía abandonar rápidamente el fogón porque mi curiosidad no estaba teniendo buena acogida. Hasta aquí, para un santiaguino todo bien, se comparte un rato agradable y con la música chilota se vive el espíritu de la fiesta. Pero hay dos situaciones relevantes que han estado rondando en mi cabeza y de las cuales no puedo desentenderme:
1- Por sobre todo, se vulnera la dignidad de los artesanos chilotes presentes con una preparación que pretende imitar un curanto o pulmay sin tener mayor similitud y un abierto engaño a las visitas que no conocen del tema. Las visitas se retiran contentas en su ingenuo desconocimiento pero los chilotes se quedan con la sensación de ser pasados a llevar en su dignidad, algo conozco de la cultura chilota.
2- El plato del supuesto curanto, con un valor de $1.800 incluyó 3 choritos o mejillones y un pequeño tutito de pollo más un poco de sabroso caldo. Las dos papitas las tuve que hacer a un lado porque no estaban cocidas.
Junto a las personas que me acompañaban quedamos con más apetito que antes de empezar a comer y el señor de las empanadas fritas de otro sector fue el más favorecido porque vendió muchísimas a pesar de la larga espera y el valor $1.000 y $1.500 cada una.
Si en el objetivo el evento no representa una autentica fiesta chilota, me pregunto ¿A quien pudo favorecer este falso espectáculo? La falta de recursos de los anfitriones no me parece un buen argumento para falsear el espíritu de un evento cultural.
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